jueves, 5 de septiembre de 2013

Su mundo, capítulo 1: El encuentro del callejón.

Por Yop.

Hoy he escogido alejarme un poco de los sables, disparos, y de la acción infinita que conlleva "La gran travesía", para traerles una vieja historia que partí escribiendo hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana... STAR WA- Ok, no. Esta es más una historia para relajarse leyendo. A diferencia de "La gran travesía", donde cada capítulo simplemente lleva el número que le corresponde, "Su mundo" lleva capítulos con nombre. Es divertido hacerlo diferente, y así tengo otra historia para escribir.

Sobre la trama, pues, mejor que empiecen a leer. No abriré con comillas pues quien protagoniza la historia no es el narrador. Aw, yeah, narradores omniscientes pls. Oh, y esta historia tiene a una chica de protagonista. Sep, los hombres también podemos hacer historias con mujeres. Suit yourself.

Y acá no voy a hacer de simpático y darles el primer capítulo o el siguiente para que lo lean. Si les gustó, lo siguen, y si no, pues que les venga.

Por cierto, se me da mucho el tema de los encuentros fatídicos. Illius y Ukt es solo un ejemplo.

Capítulo 1. El encuentro del callejón.

Se hacía de noche en la ciudad. El cielo brillaba con un tono rojizo reflejado en esas nubes, que dejaban un efecto armónico pero apocalíptico. En las calles se podía ver el estilo de vida de su gente: muy calmados y tranquilos. Nunca apresurados ni inquietos. Es por eso que las vías principales no tenían autos, y en su lugar, había gente andando en bicicletas o en carretas. Las tiendas, aún abiertas, mostraban todo su galardón para atraer a su clientela en sus últimas horas del día, con mucha energía y entusiasmo.

Y entre tanta persona en las calles, estaba ella, la dama del vestido verde. Su cabellera de colores cobrizos, extensa hasta sus hombros, se meneaba hacia los lados con su alegre pasar. Sus ojos claros, de tonos melosos, brillaban con alegría, efecto aumentado con su radiante sonrisa. Su silueta era apropiada para sus 21 años de edad. En su delgado brazo derecho portaba algunas cosas de su compra diaria, y un bolso se dejaba deslizar por su hombro derecho. Por donde pasaba, la gente se detenía a saludarla con respeto.

- Muy buenas tardes, señorita Lore. ¿Se le apetece un bocado? - preguntaba Augusto, un mercader ya adulto, de 41 años. Vestía unos pantalones y zapatos cafés, y una polera blanca que era tapada por un delantal largo de tonos rojos. Su cara ya marcaba sus largos años, con una barba negra y una larga entrada a un pelo corto de tonos negros. A sus años aún mantenía esa sonrisa de joven.
- Hoy no, Augusto. ¡Pero estaré encantada de aceptarlo otro día! - respondió Lore con una radiante sonrisa.
- ¡Ah, señorita Lore, qué sería del centro sin su visita diaria! ¡Todos los días alegrando nuestras vidas con su pasar!
- ¡Es usted todo un adulador, don Augusto! - dijo Lore, soltando una risilla tierna- Pero yo sé que eres así con todas las damas de la ciudad. Deberías guardar un poco de esos piropos para tu esposa y lo sabes.

- ¡Tengo entendido que así debiera ser, jovencilla! - dijo Olga, la esposa de Augusto, quien justo se asomó para oír la conversación. Sus 39 años se hacían notar ya en su figura, y su cabello rizado de tonos cafés, combinado con unas cuantas arrugas faciales lo dejaban en claro. Sin embargo, ya conocía las actitudes de su marido al derecho y al revés-
- Ah, señorita Olga, tan jovial como siempre - dijo Lore con respeto.
- Es señora Olga, joven Lore. Ya los años están dejando marca en lo que alguna vez fue mi bello cuerpo. ¡Yo le aconsejo que siga cuidándose, y que tenga ojo, mucho ojo en aquellos que anden mirando cuerpos como este otro! - dijo doña Olga, riéndose mientras apuntaba discretamente a su marido.
- ¡Si tú sabes que no guardo ojos para esas curvototas que me tienes reservadas, mi Olguita! - dijo Augusto en tono romántico.
- ¡Sí que sabe salir de una situación desfavorable, don Augusto! - dijo Lore en tono halagador- Me encantaría seguir charlando ahora, pero llego tarde a prepararme mi comida.
- Oh, usted siga tranquila, joven Lore. Y venga cuando quiera, que le voy a tener un rico plato de fideos listos para usted - dijo doña Olga, con seguridad.
- Gracias por la oferta. Encantada acepto cuando gusten de invitarme - dijo Lore, sonriendo, y siguió su camino.

La joven Lore vivía cerca del centro, en una casa de dos pisos de color blanco. Se mudó ahí cuando se enteró que su abuelo, quien en ese tiempo había fallecido, se la dejó como una herencia directa, y desde entonces que ha hecho su hogar en ese sitio. Para llegar a esa casa hacía falta caminar por unas rutas estrechas, que conectaban el centro con las afueras. La ciudad era bastante segura, así que no existía temor en ir por los pasajes estrechos.

El camino de Lore hacia su hogar jamás se había visto alterado, salvo aquella vez en la que en su camino encontró a un perro malherido y lo llevó a una veterinaria cercana. Siempre era, entrar al callejón, voltear en la primera a la derecha, luego a la izquierda en la segunda, seguir sin doblar en la tercera y doblar a la derecha en la cuarta intersección. Y ahí iba ella, alegremente pasando por el callejón, cuando en el camino, observó a un pequeño bulto en un rincón. Creyó que se trataba de una bolsa de basura, pero su curiosidad fue mayor, y se acercó a examinarla con precaución. Al abrir la bolsa y ver lo que dentro había, soltó su bolsa de las compras con horror y espanto. Su rostro cambió de estar alegre, a quedar completamente pálido y horrorizado. Cubrió su boca con ambas manos, asustada por lo que dentro de esa bolsa había.

En la bolsa estaba un pequeño niño, que tendría a lo más 9 años de edad. Su corto pelo castaño lo mecía el viento que entraba por los callejones. Vestía unas ropas algo andrajosas y sucias, pero elegantes. Sus manos pequeñas se encontraban atadas, al igual que sus pies, cubiertos por unos zapatos brillantes. Daba la impresión de que estuviera inconsciente, pero en realidad se encontraba dormido. En su rostro infantil habían rastros de lágrimas por sus ojos. Era una escena completamente desgarradora.

Como pudo, Lore guardó todo lo que botó por accidente en su bolso, desató al pequeño niño, lo subió a su espalda y se lo llevó corriendo como pudo a su casa. Al llegar, se apresuró en abrir la puerta con la llave de su casa. Una vez dentro, corrió con el niño aún en su espalda a su habitación, y lo dejó gentilmente en su cama. Se sentó a su lado con el corazón en la mano, creyendo que estaba inconsciente. No fue sino hasta que el pequeño se meneó hacia un lado que Lore notó que estaba soñando, y que él estaba bien. Entonces se calmó Lore un poco, y partió a preparar una cena para dos, no sin antes cerrar la puerta de entrada a su casa y cambiarse de ropa a algo más cómodo.

Debieron de haber pasado 20 minutos. En la pieza, el pequeño se meneaba en su sueño, muy intranquilo. Poco a poco, su sueño se fue mitigando, hasta que abrió los ojos. Todo lo que vio fue un techo blanco. Lentamente fue enderezándose para notar, primero, una cama de plaza y media con un cubrecamas oscuro, un velador y una lámpara prendida sobre éste. El pequeño se encontraba confundido, pero si algo saben de los niños, es que saben seguir los aromas. El aroma de la cena llegaba al cuarto en donde se encontraba el pequeño, quien no tardó en seguir ese aroma hasta su fuente de origen, la cocina. Era una cocina muy pequeña, en la que no podían entrar más de tres adultos. Estaba equipada por completo, y tenía una rústica cocina a gas. Al llegar ahí, se encontró con una joven de polera celeste y pantalón corto, con un delantal verde, y una larga cabellera, tomada con una liga. Era Lore, quien estaba terminando de preparar la cena. Y justo a tiempo, pues terminó de apagar el fuego para darse cuenta de que el pequeño estaba justo detrás de ella.

- ¡Oh, despertaste! ¡Sabes, me tenías muy preocupada! - dijo Lore, acercándose al pequeño con una sonrisa gentil.
- ... - el pequeño no contestaba. Tenía una cara somnolienta, y sus ojos aún estaban algo dormidos.
- ¿Tienes hambre? Preparé una deliciosa sopa que te devolverá la vida en un santiamén - dijo Lore, riéndose un poco de su casi cruel chiste.
- ...
- ¿Qué pasa? ¿Te ocurre algo, pequeño? - dijo ella, acercándose al niño con preocupación en su rostro.
- ... Ten... Tengo hambre... - dijo el pequeño desviando la mirada, con un poco de rubor en su rostro, y algo de timidez en su tono.

Hubo algo en esa frase que le fascinó a Lore. En ese mismo instante, Lore abrazó al pequeño niño con mucha ternura, y lo llevó al comedor. Luego de sentarlo en su puesto, le trajo un plato de sopa de pollo con verduras y se lo dejó enfrente. Después, ella se trajo su plato y se sentó al lado derecho del pequeño. El pequeño niño seguía ruborizado, y aún mantenía esos ojos semi-dormidos. Lore se estaba preocupando.

- ¿Qué pasa, no te gusta la sopa? - preguntó Lore.
- ... C... Caliente... - dijo el pequeño con timidez.
- ¡Oh, no pasa nada! Mira, si quieres te la doy yo, para que veas que no está caliente - dijo Lore con una sonrisa gentil.
- ... B-bueno...

Lore empezó de a poco a darle la sopa al pequeño. Y lo hacía siempre sonriendo con calidez, mientras el pequeño a penas la miraba. Sin que ambos se dieran cuenta, ya habían terminado los dos con sus platos. La cara del pequeño niño era confusa, pero se mostraba menos intranquilo que antes. Esto calmó a Lore. Ahora estaba dispuesta a saber algo más del pequeño niño.

- Y dime, pequeño... ¿de dónde vienes? - preguntó Lore en tono interesante.
- ... - el pequeño no contestó, y simplemente agachó la mirada.
- Este... ¿Cómo te llamas? ¿Qué edad tienes? - preguntó de nuevo.
- ... - la mirada del pequeño cada vez se agachaba más.
- ... Vamos, puedes contarme. No tengas miedo. No soy una mala persona, y estás en confianza conmigo - dijo Lore en un tono sereno.
- ¿... En serio puedo... contar... con usted...? - dijo el pequeño, con su cabeza agachada.
- Desde luego - dijo Lore, con una sonrisa compasiva-. Después de todo, no te hice daño, y solo quiero saber cómo ayudarte.
- Pero... Si le cuento, entonces... usted tendrá que responder si le pregunto... ¿No? - dijo el pequeño, menos tímido que antes, pero aún cabizbajo. Lore soltó una risilla tierna.
- Deja ya de tratarme de "usted". Mi nombre es Lore.
- Lore... ¿En serio ese... es su nombre? - preguntó inseguro el pequeño.
- Al menos de eso estoy segura, ese fue el nombre que mis padres me pusieron al nacer, por lo que... Sí, ese es mi nombre, en serio - dijo Lore en un tono gracioso.
- ... - el pequeño meditó por algunos minutos lo que dijo Lore- ... Entonces te creo, Lore...
- ¡Qué tierno! - dijo Lore soltando una risilla tierna, y sonriendo- Ahora, lo que necesito es saber tu nombre, pequeñín.
- ... - el pequeño, muy ruborizado por la dulzura de Lore, levantó lentamente la cabeza para poder ver su rostro. Entonces, Lore pudo apreciar el tono ámbar en los ojos del pequeño muchacho, mientras su pelo desordenado ocultaba sus ojos en señal de timidez- ... Me... Me llamo Eco...
- ¿Como cómo? Creo que eso no lo escuché...
- Dije que me llamo Eco... - dijo el pequeño, bajando un poco la vista.
- Creo que alguien quiere decirme su nombre y no puede... - dijo Lore en tono de burla.
- ¡Mi nombre es Eco! - gritó finalmente Eco, ruborizándose entero. Lore sonrió.
- ¡Excelente! Ahora que sabemos quienes somos, no será tan difícil comunicarnos entre los dos.

Lore miró al pequeño Eco con una dulce mirada, mientras Eco la miraba tímidamente de vuelta. La mirada de Eco empezaba a cambiar, de insegura e inquieta, a tranquila y serena. Algo en la mirada de Lore hacía que Eco se calmara.

Fin del capítulo 1.

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