viernes, 25 de julio de 2014

Su mundo, capítulo 3: Plan de color esmeralda.

Por Yop.

Ok, lamento mucho la espera a todos los que estaban atentos a esta historia (o sea, mi novia). Pero ya ha vuelto, y espero les guste este capítulo.


Así que dicho esto, comencemos con los datos curiosos del día.

Gracias a mis recientes enseñanzas por parte de mis ayudantes en clase y mis amigos Sebascontre, la Vita y la NicoNico, ahora domino el uso de herramientas digitales como Photoshop e Illustrator (sí, recién ahora, porque en su tiempo nadie quizo enseñarme una weva ¬¬). Tal vez dedique algo de tiempo en mejorar esos dibujos de Lore y Eco que subí. Si bien son acertados a lo que tengo en mi mente, siento que algo falta en ellos. Pero bueno.

Otra cosa que debo recordarles es las edades de Lore y Eco. Lore tiene 21 años, y Eco tiene 8. Aunque creo que me adelanté con eso, pero no importa demasiado con lo que viene a continuación. Recuerdo que este episodio tenía varios giros inesperados y un poco ridículos y extraños, que no tenían demasiado sentido... Pues, no more.

Oh, aquí comienza.

Capítulo 3: Plan de color esmeralda.

Eran las 9:30 de la mañana. Aún dormidos los dos, Lore lentamente abrió sus ojos para poder despertar. Somnolienta aún, logró ver al pequeño y dormido Eco arropado, vistiendo su pijama amarillo como si fuera de él. Lore sonrió y abrió bien sus ojos para poder levantarse, sin despertar al pequeño, pues tenía que poner en marcha su plan.

De inmediato, Lore se puso sus calcetas de lana, de esas que no hacen ruido, y bajó por las escaleras a preparar un desayuno completo para ambos. Demoró 30 minutos en preparar té, emparedados, fruta picada y un sinfín de cosas más, que hacían ver su mesa como una mesa gourmet. Luego subió, de la misma forma en la que bajó, veloz pero sigilosa, y se sentó junto a Eco.

- Eco, Eco, despierta, pequeño Eco - murmuró Lore al oído de Eco.
- Dame cinco minutos más... - dijo Eco, con sueño.
- Es que, si te doy más tiempo, se va a enfriar el desayuno... - dijo Lore, en tono de súplica.
- Bueno, bueno, me voy levantando... Pero tengo sueño... - dijo Eco, casi en tono de queja.
- Eco, te recuerdo que aún vistes un pijama amarillo.
- ... - Eco no dijo nada, y tal cual relámpago, se levantó y bajó a sentarse a la mesa - ¡Lore, se va a enfriar tu desayuno!
- Siempre funciona... - murmuró Lore para sí misma- ¡Voy bajando! - dijo, y en seguida bajó a acompañar a Eco.

Ya los dos sentados, se dieron un minuto para contemplarlo todo. Eco estaba pasmado con tanta comida disponible para elegir, que no sabía dónde comenzar. Eso, hasta que Lore habló antes.

- Sin privaciones.
- ... ¿eh? Me confundes... - Eco inclinó su cabeza, confundido.
- ¿Qué? ¿Privaciones?
- No sé qué es eso, Lore...
- Oh, lo siento... entonces... Sin miramientos - dijo Lore, con una tierna sonrisa.
- ... Aún no entiendo, Lore... - dijo Eco, amurrando la mirada.
- Entonces... a ver... Oh, ¡ya sé! - el rostro de Lore se iluminó en alegría.
- ¿Cómo?
- Elige lo que quieras comer. Pero no comas de más, ¿sí? - dijo Lore, sonriendo.
- ¡Ahora sí! ¡Sipi, a comer! - dijo Eco sonriendo, quien agarró un emparedado con energía.

Estuvieron un largo rato desayunando. Ya cuando terminaron, entre ambos desocuparon la mesa. Al terminar, Lore subió con Eco al baño, y ya dentro, ella le pasó un cepillo dental de sobra que tenía. Dejó a Eco lavándose los dientes, mientras ella volvía a buscar la ropa de Eco que había lavado. Cuando subió, Eco ya tenía los dientes limpios.

- Eco, dejo aquí tu ropa para que te cambies. Yo iré a mi cuarto a cambiarme, ¿de acuerdo?
- De acuerdo, Lore - parecía que la amnesia de Eco sólo tuviera relación con sus recuerdos, más que con las cosas que podía hacer, puesto que aún recordaba lo importante.

Lore se tomó su tiempo para que Eco pudiese cambiarse de ropa, al mismo tiempo que ella se cambiaba la suya. Debieron de ser unos 10 minutos que ambos demoraron en vestirse y estar listos abajo. Entonces, Lore por fin se decidió a hablar.

- Eco, ¿recuerdas qué íbamos a hacer hoy?
- Em... ¡No! - dijo Eco, sonriendo.
- Claro, es normal que no te acuerdes... A estas alturas ya nadie debiera acordarse... - murmuró Lore hacia un lado. Luego volvió a mirar a Eco- ¡En fin! Hoy se suponía que saldríamos a verte una muda de ropa, ¿no es así? - dijo, inclinándose hacia el pequeño.
- ¡Es verdad! ¡Cierto cierto cierto cierto! ¡Así no tendré que usar ese pijama amarillo de niña!

La cara de Lore era imposible de describir. Frunció el ceño de tal forma que el pequeño Eco se volvió en sí mismo y se disculpó casi inmediatamente de lo que dijo.

- ¡LO SIENTO, LO SIENTO! - suplicó Eco.
- Está bien, está bien... - dijo Lore, relajándose un poco- No debí ponerme de esa forma. Es cierto, es un pijama muy de niña, pero ya te encontraremos uno que sea ideal para tu estadía. ¡Ya lo verás!
- ¡Sipi!

Antes de salir, ambos acordaron, que si no encontraban al menos un pijama y una muda para Eco para las 6 de la tarde, volverían a casa y Eco tendría que usar el pijama amarillo por otra noche. Lo cual, lógicamente, tenía motivado a Eco para encontrar algo de ropa. Sin embargo, en ningún momento acordaron qué pasaría si efectivamente cumplían su misión antes de ese plazo. Y eso era precisamente parte del plan secreto de Lore.

Salieron de casa y tomaron ruta hacia el centro. Una vez allí, se centraron en encontrar todas las tiendas de ropa que pudieran hallar. Y entraron a una. Y a otra. Y a otra después de esa. Y a la que siguió después de la anterior. Y a la que le siguió posterior a esa otra. Y así, sucesivamente. De tienda en tienda, prenda a prenda, iban descartando cada una que pasaba frente a ellos, cuadra a cuadra. Al final, de todo lo que vieron y no llevaron, les dieron las 13:30. Y ambos no podían del hambre.

Decidieron que era hora de comer, ya que ambos andaban con las últimas fuerzas de su gran desayuno. Y aquí entre nos, parecían muertos vivientes de tanta hambre que traían. En serio. Se pudieron haber comido al mesero de tanta hambre, pero bueno.

Sin embargo, luego de recargar sus energías con un buen almuerzo, salieron otra vez a buscar ropa. Y volvieron a buscar, y buscar, y buscar. Y no hallaron nada.

Les dieron las 16:38 buscando ropa. Sólo quedaban tres tiendas en toda la ciudad, y ya se estaba acabando el tiempo. Lore no quería volver antes de las 6, Eco no quería usar el pijama de niña por otra noche más. Por lo que ambos concentraron sus fuerzas en hallar aquella tienda que tuviera ambas cosas antes de las 6.

Y pese a que todo parecía perdido cuando salieron desaireados de esa segunda tienda restante, la esperanza no se perdía, ya que esperaban ambos poder cumplir sus objetivos respectivos. Y ahí fue, donde pusieron sus esperanzas. En la tercera y última tienda en toda la ciudad. Y gran fue la sorpresa que ambos se llevaron al entrar.

Quedaba sólo media hora antes de las 6. Sólo les tomó 5 minutos encontrar tanto el pijama ideal como unas cuantas mudas de ropa para Eco. 5 minutos.

En cuanto salieron de la tienda, miraron al cielo, y botaron todo el aire que tenían. Por fin, ambos se sentían aliviados de su búsqueda. Satisfechos con que terminó por fin, suspiraron del alivio de que por fin, todo había terminado.

- Vaya, no lo creí posible... - dijo Lore con alivio.
- Por fin tengo ropa...
- En un futuro, buscaré ver ropa antes en la tienda que queda DOS CUADRAS DETRÁS DE MI PROPIA CASA.

Así es. Esa dichosa tienda estaba dando la vuelta de casa de Lore, y siguiendo dos cuadras. No puedes perderla de vista. En fin.

Se dieron un tour por toda la ciudad para terminar detrás de la casa de Lore. Y consiguieron su cometido, compraron mudas para Eco antes de las 6. Eso significaba que Eco no tendría que volver a ponerse el pijama de Lore. Pero también significaba otra cosa: que el Plan Esmeralda entraba en acción.

- Eco, ¿te parece bien si vamos a casa y te cambias a una de tus nuevas mudas?
- ¿Qué? ¡Pero dijimos que si no teníamos la ropa antes de las 6, nos iríamos a casa! - refunfuñó Eco.
- Sé lo que dije. Pero si lo haces, prometo recompensarte llevándote a un lugar especial - dijo Lore, en tono de promesa.
- Explícate.
- No puedo.
- Lore.
- Eco.
- Explícate.
- No puedo. Vamos.
- No.
- ¿Por qué?
- Porque no me explicas.
- ¿Qué cosa?
- Eso.
- ¿Eso, qué?
- Eso que no me quieres decir.
- ¿Eso que no puedo decirte porque no sé qué es lo que es que quieres que te diga y todo este tiempo has querido saber algo que no puedo decirte puesto que no sé qué es lo que quieres que te diga?
- ... ¿Eh?
- ¿Vamos a cambiarnos o no?
- Pues... supongo.
- Muy bien, vamos.
- Alto, no me explicaste nada.
- Muy bien... - Lore se acercó a la oreja derecha de Eco, murmurando- ... Código Esmeralda.
- ¡A CASA! - dijo Eco con asombro.

Partieron a casa ambos. Y ya en casa, tanto Lore como Eco se cambiaron de ropa, para salir en la noche. Cenaron temprano, y ya a las 7, estaban saliendo de nuevo, ambos vestidos abrigados y listos para la noche. En la cabeza de Eco, sin embargo, aún resonaban las palabras secretas de Lore. Y su curiosidad era mayor mientras Lore seguía dirigiendo el andar de ambos, hacia quién sabía dónde.

- Lore, ¿puedo preguntar algo?
- ¿Sí?
- ¿Qué es eso de "código Esmeralda"?
- Oh, ya lo verás. Cuando lleguemos, te darás cuenta.
- ¿Te das cuenta que no sé, verdad? Sólo tengo ocho años - dijo Eco, serio.
- Sólo puedo decirte que es un secreto.
- Oh, bueno.

Siguieron andando ambos hasta llegar a una pequeña colina en los bordes de la pequeña ciudad. Ahí, bajo la colina, yacía una pradera donde simplemente había un molino y un prado de girasoles, que rodeaban a un singular diente de león. El sol ya se había colocado, pero aún quedaban rastros de su pasar en el cielo, con tonos anaranjados que se desvanecían en un azulado profundo. Lore se sentó a admirar ese cielo.

- ¿Sabes por qué te traje hasta aquí?
- No, no lo sé - dijo Eco.
- Hoy es una noche importante para el pueblo. Una noche en donde lo que vas a ver, no ocurre todas las noches. Se podría decir que es algo mágico lo que vas a ver ahora - dijo Lore, apuntando al diente de león.
- ¿Qué estás apuntando?
- ¿Ves aquel diente de león? Es lo que le da vida a esta ciudad. O eso es lo que dicen. La leyenda dice que esta ciudad ha mantenido su curso inalterado, debido a que hace mucho tiempo, lo único que quedó de la naturaleza era un diente de león, al cual una pequeña niña le suplicó una oscura noche, que la naturaleza prosperara, que los árboles crecieran, y que la vida fluyera por este lugar.

Poco a poco, personas de toda la ciudad comenzaron a acercarse a la colina, todos portando unas lámparas de papel de un tono verde esmeralda.

- Cada noche, fue soplando un poco del diente de león mientras pedía su deseo. Y así lo hizo, durante siete noches. En el último suspiro, se dice que el último pétalo del diente de león emitió un brillo tan fuerte, que se vio como un color esmeralda. Este iluminó hasta el último rincón de la tierra de este pueblo, de la cual, comenzó a crecer la vida de forma impresionante.

Cada uno fue prendiendo su lámpara y lanzándola al cielo en señal de un deseo. Y poco a poco, el cielo se fue llenando de luces verdes flotando en lo alto.

- Se dice que fue una noche similar a esta, la noche en la que resurgió la vida en la ciudad de De Lion. Y se celebra esta misma noche un ritual similar al que se vivió aquella noche. La niña más pequeña es la encargada de velar por la seguridad y prosperidad del pueblo, soplando el diente de león.

Dicho y hecho, asombrado estaba Eco cuando vio a una pequeña niña acercarse al diente de león, hacer ademán de deseo, y soplarlo con todas sus fuerzas. Mayor aún era el asombro cuando vio lo que pasó después.

Tal cual como en la leyenda, un brillo de color esmeralda recorrió todo en la ciudad de De Lion. Dando una nueva vida al pueblo, el fulgor recorrió los árboles, praderas, ríos y valles de la pequeña ciudad. La cara de Eco no podía del asombro.

- Te traje aquí porque pensé que tal vez te convendría sentirte fresco y renovado para cuando vuelva todo a tu memoria. Y pensé "qué mejor forma de hacerlo, ¡que llevándolo a la noche ceremonial de De Lion!". Ahora, sé que no podrá ser lo más entretenido, pero...
- Gracias, Lore. Gracias - dijo Eco, quien se aferró a la joven dama antes de que ella pudiese terminar de hablar.
- No hay de qué, Eco. Ahora, ¿qué dices, vamos a casa? - dijo Lore, con una gran sonrisa.
- ¡Sipi!

En su camino de vuelta, Lore y Eco fueron riendo y cantando canciones con mucha energía. Y sí, ninguno de los dos se dio cuenta de aquel encapuchado que los observaba atento.

Fin del capítulo 3.

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